La ausencia de valores y el contexto familiar de los estudiantes en lo que a mantener y cuidar se refiere, es el factor determinante en el problema del mantenimiento y cuidado no solo de los salones de clase sino de todas las instalaciones de la universidad.
Es curioso ver como los estudiantes de la universidad están desinteresados por las instalaciones que son utilizadas por ellos mismos. No les duele romper o dañar un pupitre, una cartelera o una pared. Simplemente porque no se sienten comprometidos con la universidad.
Algunos lo hacen por rebeldía otros por nervios, unos conscientes otros inconscientemente, pero sea cual sea la razón no se justifica su conducta. La mayoría de los estudiantes tiene una misma “convicción”: “A mí no me costó nada así que no me duele romper o dañar los salones”.
No sólo se trata de los vidrios rotos de los salones, sino también de la supremacía de los grafitis, con declaraciones de amor de un metro de alto, groserías, chistes y firmas, como único elemento decorativo en todos los salones.
Todos estos detalles que presentan las aulas de clases ocasionan un mal aspecto de los mismos, lo cual produce fastidio y desmotivación en los estudiantes y por lo tanto no acuden a clases; ya sea por el calor, porque no encuentran un pupitre o porque simplemente no se sienten a gusto dentro del salón de clase.
En un sitio decoroso, mejor iluminado, con mayor acústica y mobiliario confortable, el desempeño académico es superior.
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